La ingeniería
social inversa, se trata de descubrir cómo está hecho un sistema viendo cómo
funciona y las características que tiene. El objetivo es obtener la mayor
cantidad de información técnica de un producto, del cual no se tiene la más
mínima información técnica de su diseño, construcción y funcionamiento, siendo un
tipo de ingeniería social que utilizan algunos atacantes.
En
la ingeniería social inversa, el atacante es un sujeto pasivo. Es
decir, no toma la iniciativa. Simplemente deja un rastro de migas de pan para
que las víctimas potenciales muerdan su anzuelo y, de paso, revelen información
valiosa al delincuente. En cierto sentido, la ingeniería social inversa es
similar a una trampa diseñada para un cierto tipo de público objetivo.
Por lo
general, será el usuario y probable víctima quien se acerque hasta la
trampa. Puede ser una página web (un servicio de reparación de móviles, un
consultorio o cualquier tipo de servicio que dependerá del colectivo al que se
quiera “atacar”) o algo tan aparentemente inocente como una tarjeta de visita o
un teléfono, un perfil de una red social…
En
esos casos, el servicio al que accede la víctima potencial tiene una apariencia
totalmente normal, genuina, y por tanto el usuario no sospecha nada hasta que
es demasiado tarde. Existen múltiples ejemplos de ingeniería social
inversa, pero los más conocidos pueden ser el phishing o la
distribución de malware y, por tanto, aplican los consejos de
estos ataques para la prevención de los ataques por ingeniería social inversa.
Información recogida de la página web Jummp en la que han incorporado información sobre este tema.

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